Por: Dr Jeckyll y el Sr Hyde.
La columna de hoy tiene un sentimiento de preocupación, las cosas van pasando, los síntomas se sienten todo el tiempo pero a veces hace falta un golpe brutal para entender realmente lo que está sucediendo y poder reflexionar sobre las costosas consecuencias de una determinada cadena de hechos.
Hasta el día de hoy van tres conciertos cancelados por motivaciones ideológicas o religiosas, Gillman en Rock Al Parque 2017, Marduk en Bogotá 2018 y Ángeles del Infierno en Ibagué 2018.
El problema no es sólo el Metal, no son sólo los conciertos, no es solamente la dificultad de tocar, expresar lo que queremos decir y poder compartir una cultura planetaria en nuestro país, es más, si somos sinceros nosotros como rockeros, punkeros o metaleros o como queramos hacernos llamar somos el eslabón más débil y por lo tanto el más fácil de atacar, sin embargo vale la pena recordar qué ha acontecido hasta ahora teniendo en cuenta interpretaciones públicas sobre cada uno de los casos.
El año pasado en “el festival al aire libre más grande de Latinoamérica” después de haber anunciado el cartel internacional donde se encontraba Paul Guillman, la organización decidió excluir al músico venezolano aduciendo razones de seguridad de los asistentes, empero, es imposible negar la campaña mediática liderada por un reconocido empresario del espectáculo quien a su vez argumentaba en contra de la filiación política de Guillman y el peligro de que 40 mil asistentes se convirtieran al “castrochavismo” por las posibles arengas del cantante.
El más sonado de los casos, no sólo en Colombia, sino en gran parte de Latinoamérica, fue la cancelación del concierto de la banda sueca de Black Metal: Marduk. En nuestro medio todo inició con la pataleta pública del autodenominado “concejal de la familia” quien utilizando el espacio del Concejo de Bogotá inició una cruzada para prohibir la cuarta presentación de la “banda más blasfema del mundo” en la ciudad. Muchos detractores del show argumentaron que las razones no fueron religiosas, sino de permisos y legalidad del lugar donde se realizaría el show, en ese sentido el secretario de gobierno del Distrito tomó la batuta y selló, por falta de algunos documentos de funcionamiento, el lugar donde se realizaría el evento, sin embargo y a su momento, sellaron otro lugar donde se rumoraba se realizaría el evento. Hasta este punto el observador imparcial podría pensar que la alcaldía Distrital es muy estricta en el tema de permisos y por lo tanto fue necesario cancelar el evento, desafortunadamente se escucharon rumores de que el secretario de gobierno dejaría su puesto para lanzarse a la alcaldía de Bogotá, situación que efectivamente sucedió, razón por la cual se convirtió en punta de lanza en contra de la banda sueca buscando el voto cristiano.
El último ataque sufrido se dio en la ciudad de Ibagué, el concierto de la banda española de Heavy Metal Ángeles del Infierno fue cancelado por petición de la arquidiócesis de la ciudad que manifestó su preocupación por la presentación de la banda por fomentar “falsos valores”, el periódico el Tiempo (1 de noviembre, 2018) consultó a varios ciudadanos quienes manifestaron estar de acuerdo con la medida aduciendo que Ibagué es una ciudad cristiana.
¿Nos encontramos frente a una persecución al Metal? La respuesta es no, evidentemente los conciertos se siguen realizando, los canales de distribución se mantienen intactos, diversos festivales con fondos públicos se siguen realizando, en últimas pese a los golpes recibidos la “escena” nacional sigue funcionando como siempre ha funcionado (no es objetivo de este artículo evaluar ese funcionamiento). ¿Entonces qué es lo que está pasando? La situación actual es mucho más profunda y hunde sus raíces en la imposición y en el pensamiento único, hoy asistimos al resurgimiento de la terrorífica simbiosis de fundamentalismo y poder, poseedores de la verdad buscando censurar cualquier posición que riña con su visión de mundo, políticos ávidos de votos cediendo al recorte de libertades fundamentales de grupos de presión acríticos y a todas luces ignorantes, fundamentalistas imponiendo su agenda a las patadas desconociendo y prejuzgando a todo aquel que no se trague su dogma, ese es el preocupante panorama actual.
El Metal por ser lo que es y decir lo que dice, siempre será un blanco fácil, la depuración de la sociedad iniciará con aquellos que no comulguen con la moral mayoritaria. ¿Qué sigue? ¿Eliminar las clases de ciencia y reemplazarlas con catequismo o doctrina pentecostal? ¿Tener un certificado de filiación ideológica “normal” y de “buen comportamiento”? Abrimos la prensa y un escalofrió pasa por nuestra espalda, leemos que el presidente de Brasil quiere depurar el país de “izquierdistas” e insta a los estudiantes a que graben las clases de sus profesores, mientras tanto en Colombia se prohíbe la dosis mínima retrocediendo por lo menos 20 años en libertades individuales. Por estas razones el Metal debe seguir siendo lo que siempre ha sido y vomitar a los cuatro vientos lo que quiera vomitar.