miércoles , noviembre 13 2024

Bogotá es Rock al Parque

Rock al Parque y la polémica son, de manera acentuada de unos buenos años para acá, partes de una misma ecuación. Partiendo de los extraños puntajes en la convocatoria distrital, que se suman a un recorte notorio en los cupos para sonidos como el metal, un género del que antes se valían para asegurar asistencia en diferentes días y que históricamente ha sido el de más arraigo para los asistentes, muy a pesar de algunos curadores que quizás preferirían no tenerlo en cuenta en absoluto; hay una ampolla que se levanta sin falta cada año. El festival sigue siendo una parte importante de la oferta cultural de la ciudad y su edición número 27 transcurrió entre varios hechos que merecen ser recordados y analizados.

Empecemos por decir que en esta oportunidad los metaleros no le madrugaron a Rock al Parque, si bien un nutrido número se presentaron desde temprano para atestiguar el show de 20 años de Tears Of Misery en el Escenario Bio, la Plaza lució menos concurrida hasta bien entrada la tarde. En el pasado quedaron las frenéticas competencias por un lugar en la barda y las filas serpenteantes a la entrada. Sin embargo, vale la pena destacar los shows de Maskhera, banda adoptada por Bogotá tras su reubicación desde Caracas (Venezuela), cuyas canciones gancheras marcadas por el thrash y el groove recibieron una cálida respuesta por parte de los asistentes. Los ya mencionados Tears Of Misery, cuyo peso y trayectoria merecía un horario mejor, mostraron que a sol o a sombra son capaces de facturar un show potente y sin fisuras, durante el cual hubo tiempo para denunciar la corrupción de la sociedad y del mismo Rock al Parque, inconformes con el trato recibido por parte de la entidad organizadora. Verdaderos himnos como «Fosas Comunes» y «Dioses de Barro» se gritaron a rabiar a ambos lados de la tarima. Grandes.

Es bien sabida la predilección del público nacional por las bandas de heavy metal en castellano, que curiosamente han tenido poquísimas participaciones en Rock al Parque. Saratoga, la agrupación española comandada por Tete Novoa en la voz, abarrotó la Tarima Eco (licenciada a Radiónica) al punto que el acceso a ella se hizo imposible, eclipsando por completo a las tarimas principales. Gran show de los españoles que ocurría casi en simultánea con las apariciones de la banda de metalcore mexicana Here Comes the Kraken y los costarricenses thrasheros de Chemicide, cada una cumpliendo a los fieles de sus sonoridades y poniendo en aprietos a quien pudiera gustar de todas ellas.

Mientras la noche se posaba sobre los cerros, la banda femenina de doom metal Konvent se apoderó de la Plaza en un espectáculo de lúgubre sobriedad, tal como lo demandan los cánones de este género especial y en gran medida incomprendido para un público que privilegia el vértigo y la inmediatez del thrash o el death metal. Las danesas ofrecieron material de los dos discos que componen una corta pero fructífera historia, convirtiéndose en una de las más interesantes propuestas de este año.

 

Ya el parque lucía como se esperaba y la espesura del doom contrastó con las revoluciones del crossover thrash que los capitalinos Poison the Preacher lanzaron como un fósforo sobre gasolina derramada. Los pogos se extendían sobre la plaza, estallando como un desahogo para uno de los momentos álgidos de la jornada. Sin duda, una de las actuaciones destacadas llegó de la mano de esta joven cuarteto que pisa fuerte, gracias a una solvencia compositiva y escénica que los consolida como una de las más reseñables revelaciones del metal nacional.

En el apartado internacional vino entonces el que a nuestro juicio fue lo mejor del día. Desde Alemania, The Ocean ofreció un espectáculo poderoso y emotivo, con el sonido de su lado además de su profundidad a la hora de plantear conceptos que entrelazan la historia de La Tierra con la naturaleza y psiquis humana. Muchos no lo saben y nada parecía dar pistas al respecto, pero el show estuvo a punto de cancelarse por un descuido de la aerolínea que dejó los instrumentos y equipo de la banda en Europa. Desarmados, consiguieron prestados ítems muy especializados e indispensables para su concierto, y dedicaron el día a ponerlo a punto para cumplir con creces. Un momento de música en vivo que va directo a lo mejor que haya visto el festival a lo largo de 27 entregas.

Mientras tanto el Escenario Eco viraba del metal al hardcore con la presentación de No Dependiente, quienes abrían paso a los padrinos del género desde New York: los indispensables Agnostic Front quienes pese a enfrentar notorios problemas con el sonido, sacaron la casta como la leyenda viva que son. Ataque de Pánico mantuvo los ánimos arriba en un show con sabor a culminación, tras quedar relegada en convocatorias anteriores. Acto seguido vino otro punto alto de la edición 2023 de Rock al Parque, la categórica presentación de los pereiranos Eshtadur. Los cuervos al mando de Jorg August refrendaron un presente brillante, cerrando en su país este año que los llevó de gira por Estados Unidos y Europa. Sin duda, una de las bandas colombianas que con mejores resultados ha trascendido fuera de nuestras fronteras.

La tarima licenciada a Ibis tuvo como cierre un espectacular recital por parte de In Flames. Sonando potente y diáfano, la banda con créditos en la confección de lo que se conoce como «el sonido de Gotenburgo» repasó una trayectoria cambiante, llena de clásicos así como de música perteneciente a «Foregone», su más reciente placa con la que dan un timonazo de regreso a sus raíces. Entre tanto, el Escenario Eco recibió la sentida descarga de Epilepsia DC en una articulación madura y potente de diversas influencias, un show recibido por un público numeroso y entusiasta, que permanecería para recibir a los americanos Makewar, NoProcede desde España y al cierre con Slow Crush, conjunto de Bélgica de tendencia noise.

Doce años atrás, los pioneros del thrash metal, Overkill, ocuparon este mismo sitio, encargados de cerrar el día de metal en Rock al Parque. Más de una década después, demostraron que el combustible está lejos de agotarse. Con nuevo disco bajo el brazo, el laureado «Scorched», y respaldados por cuatro décadas de integridad absoluta, la banda de Bobby ‘Blitz’ Ellsworth y DD Verni volvió a sacudir al Simón Bolivar con el ímpetu de clásicos como «Elimination» y «F*ck You» que desfilaron junto a material más reciente.

Nos habría encantado ver a Ensamble Arsis, otra de las ganadoras distritales, durante la jornada del sábado, pero el eclecticismo de su propuesta que integra folclor y metal los ubicó abriendo la programación del día domingo. Allí estuvimos para convencernos de que su particular sonido debería tener cabida incluso dentro de carteles de metal tradicional por su originalidad y articulada inteligencia.

Queremos a Rock al Parque y su vigésimo séptima edición, cómo hemos tratado de condensar en estas líneas, ha dejado buenos momentos para recordar. Sin embargo queda en el aire, más que nunca ya que no es un tema nuevo, que algo está cambiando. Algunos le llaman «evolución», otros se apresuran a poner la lápida sobre un festival que ha perdido su norte en la busqueda de nuevas audiencias, instigado en buena medida por managers y promotores influyentes que van por su parte de la torta ocultos convenientemente tras la fachada de la inclusión, que por lo visto solo aplica a Rock al Parque, porque mientras que los demás festivales que existen gracias a él se pueden dar el lujo de conservar su escencia, al rock desde una parte de la curaduría ya se le llama «lastre» en voz alta y bajo esa premisa las bandas de trap, dancehall y cumbia deben ser programadas al tiempo que los cupos locales se reducen y relegan en su mayoría a espacios de apertura. Mientras tanto el festival anuncia con bombos y platillos que se ha roto un récord de asistencia, números mágicos que son el principal medidor de éxito del distrito, pero que en últimas le dan la espalda a los reclamos justificados que vienen de distintos frentes. ¿El hecho de que los metaleros hayan asistido en menor cuantía es un acto de rebelión que pareciera darle la razón a la nueva curaduría frente a los cambios que abiertamente han implementado? ¿La defensa del espacio como vehículo de promoción para la escena del rock y el metal local condena a Rock al Parque al anacronismo? Cada quién pareciera tener una opinión y nos gustaría saber la suya.

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