Por: Alejandro “El Profe” Bohórquez #ElProfeDelMetal
Un saludo metalero. Recientemente, llegó a mis manos una copia del excelente trabajo Vörđr de la banda bogotana de Deathcore Awakening the Atoning Death, que adicional al excelente desempeño musical dentro de sus pistas, el CD viene empacado en un cómic con una historieta complementaria. No les voy a hacer el “spoiler” de dicho relato, con la esperanza de que ustedes mismos lo lean, pero esto me da pie para hablar de otro tema que me apasiona desde temprana edad, más o menos la misma edad en que entré al Heavy Metal y la música extrema, y esto son obviamente los cómics. Aun haciendo a un lado el auge actual de las películas de superhéroes, es de notar el estrecho vínculo que existe entre este medio narrativo (que incluye novela gráfica y manga) y las sonoridades extremas, desde la serie de fantasía oscura “HEAVY METAL” cuyo nombre y contenido se inspira en el espíritu de este género musical, y ha tenido una publicación continua desde 1977, se puede apreciar la influencia mutua entre estas dos artes.
Inicialmente, un punto en común que se pueden encontrar entre Metal y cómics es la grandiosidad con la que se expresan ambos medios: los elaborados riffs y las narrativas extravagantes, comparen también las explosivas portadas e imágenes que ambos utilizan, y cómo los personajes en ambos casos muchas veces se presentan como seres sobrenaturales e/o hiperreales fuera de toda posibilidad humana. Quizás el ejemplo más evidente o notorio es de una banda que a pesar de no ser Heavy Metal, sí ha tenido mucha influencia dentro de este género como lo es Kiss, que con sus maquillajes, juegos de luces y pirotecnia han inspirado más de un cómic en casi 50 años de historia. Esto ha sido replicado en varias bandas y varios subgéneros en mayor o menor medida, pero algo que es claro es que tanto cómics y música extrema presentan nuevos universos que rompen con la cotidianidad.
En efecto, otro punto en común tiene que ver con los seguidores de las dos corrientes artísticas aquí tratadas, y tiene que ver precisamente con esa sed por encontrar un medio que satisfaga la necesidad de emociones fuertes y que logre esa ruptura con la temida cotidianidad. De ahí se explica la devoción que tienen ambos grupos de fans, los cuales suelen demostrar un conocimiento enciclopédico sobre el tema de sus afectos, muchas veces llegando a conocer hasta los detalles más precisos de las obras, ya sea qué artistas participaron en ellas, o quien fue el editor/productor y qué técnicas usó. Por eso no es raro encontrar grandes coleccionistas de cómics o de placas de Heavy Metal y géneros asociados, algo parece atraer a aquellos con alma de bibliotecólogo a este tipo de manifestaciones, ya que no es raro darse cuenta que en repetidas ocasiones que los coleccionistas de uno o del otro suelen ser las mismas personas.
Otro aspecto interesante a tener en cuenta en este vínculo es la reacción mediática que ambos han generado, en especial, los intentos de censura por parte de las siempre “preocupadas” y “comprometidas” figuras paternales y sus grupos en defensa de la moral y la familia. Baste recordar, en la década de 1950 Fredric Wertham en una macheteada causalidad argumentó que los cómics “corrompían a los inocentes”, además de ser los causantes de la delincuencia juvenil en esa época; muy similar a los argumentos de Tipper Gore y otras esposas de políticos sin nada mejor que hacer durante los 1980, quienes fueron las artífices de más de un escándalo y las curiosas pegatinas de “Aviso Parental”, aunque siendo justos, dicho aviso servía más para saber cuáles álbumes eran los más probables de ser algo chévere. Parecerá que se tratan de ejemplos desactualizados, pero recordemos que las hordas de padres no pierden oportunidad para fastidiar, como sucedió recientemente, lo que otorga a ambos fans todavía en estos días una categoría de outsider (algo que, en casos como el mío, se busca y apropia con orgullo).
Por otra parte, también hay que considerar la influencia mutua que ha habido entre Heavy Metal y cómics, como lo demuestran canciones como “I Am The Law” de Anthrax, basada en el genial Judge Dredd, o “Killing is My Business” de Megadeth, la cual se inspira en The Punisher. Por tal motivo, no puedo dejar de recomendar en esta columna la saga Black Metal de Rick Spears y Chuck BB, que es un claro homenaje a este género extremo, que tanto fans de un lado como de otro encontrarán una historia entretenida cargada de referencias al Black, que solo fans de estos géneros podrían hacer. De igual manera, se pueden encontrar varios cómics que pueden ser fuente de inspiración para bandas de música extrema, como el horror zombi de Evil Ernie, o haciendo ya alusión al manga y el arte japonés, los retorcidos y macabros relatos existenciales de Junji Ito.
Por supuesto, no soy el primero en escribir sobre el vínculo entre cómics y música extrema, de hecho, parte de los argumentos aquí expuestos están basados en el excelente artículo académico de Colin A. McKinnon al respecto. De todas formas, esto no es impedimento para ahondar en dos expresiones artísticas maravillosas, es más, como dato adicional es curioso notar que la Edad Oscura de los Cómics (1986-1996 aprox.), cuando se tornaron más violentos y excesivos, coincide precisamente con el auge del Metal Extremo con la aparición del Death Metal, el Black Metal y el Grindcore. Fue hacia el final de dicha edad que empecé a aproximarme a ambas expresiones, y definitivamente ha sido gracias a ambas que he logrado soportar la basura del mundo real ¿acaso no recuerdan mi primer avatar en esta columna con Marshal Law?
¡Excelsior y Cuernos arriba!